En 1749, Fernando VI, ordenó el inicio de los trabajos para llevar a cabo un magno catastro de los reinos castellanos, con averiguación de sus pueblos, entre ellos Fuenlabrada, gentes, tierras, ganados, industrias, tráficos, rentas y privilegios, el que terminaría conociéndose como Catastro de Ensenada (1749-1756).

En dicho catastro queda registado que hacia 1750 Fuenlabrada era una población eminentemente rural, pero en la que se manifestaba la influencia de la cercana capital de la Monarquía hispánica en su actividad económica y las profesiones de sus vecinos. Su población estaba integrada mayoritariamente por campesinos y jornaleros de la agricultura, como en tantos pueblos de Castilla, pero a ellos se sumaba un importante número de vecinos dedicados al comercio. Como indica Camarero a partir de la información catastral, a ese significativo sector de “comercio exterior” se añadían otras dedicaciones como industria auxiliar en calidad de albéitares, herreros y carreteros, con la existencia de una casa de comidas y tres mesones, impropios de un pueblo de su tamaño, si no fuera por la proximidad de Madrid. (Camarero, 1990: 29-30).
Más en concreto, de los 450 vecinos censados (unos 1.200 habitantes estimados), el colectivo comercial y artesano estaba integrado por 90 arrieros, que llevaban a la Corte gallinería y paja, 35 cardadores y tejedores de lana, 9 vecinos con hornos de leña para cocer y vender pan a Madrid y 3 tratantes de vinos al por mayor. Un importante porcentaje de población trabajaba a tiempo parcial o completo en el sector agropecuario, con 93 labradores, 99 jornaleros en el campo y 18 pastores. Las anotaciones de las Respuestas Generales muestran el destacado peso de la actividad agraria en Fuenlabrada, más aún si se tienen en cuenta los oficios destinados a la transformación y comercialización de productos agropecuarios (cardadores, tejedores, arrieros, panaderos, bodegueros, etc.).
Los datos catastrales ponen de manifiesto que el trabajo en la agricultura contaba con suficiente ganado de labor, constituido en aquellos años por 23 bueyes, 170 mulos y 76 asnos. Pese a que todos estaban declarados como animales de labranza, el hecho no deja de sorprender puesto que en Fuenlabrada más de un centenar de vecinos eran arrieros o trajineros, dedicados al transporte de alimentos. Probablemente ello se debiera a que los animales de labor, frente a los de transporte, estaban exentos de tributo. En cuanto a la cabaña lanar, que completaba la explota-ción familiar, había censadas casi 3.000 cabezas de las que, además de lana y leche, se aprovechaba su carne y piel para ser vendida principalmente en Madrid.
Descarga aquí el libro completo.