Parque Agrario Fuenlabrada

Parque Agrario Fuenlabrada

La agricultura periurbana como motor de desarrollo local

Ayuntamiento de Fuenlabrada

Sabías que... Historia de Fuenlabrada 2

Un siglo después del Catastro de Ensenada, el documento hacendístico de la época, el Padrón Fiscal de Rústica de 1850, conservado en el Archivo Municipal, permite observar los cambios y las permanencias acontecidos en los campos de Fuenlabrada.

El estudio exhaustivo del contenido del Padrón, parcela a parcela, propietario a propietario, aporta un panorama preciso de la estructura agraria del municipio y de los usos del suelo.

Hay aspectos fundamentales que apenas se han modificado con respecto a la centuria anterior. Fuenlabrada sigue siendo un término cerealista en 1850, dominado por las sembraduras de secano, con algo más de 7.500 fanegas, en nada menos que 3.150 parcelas, lo que pone de manifiesto el minifundismo del terrazgo labrado. Las viñas, que parecen haber aumentado algo con respecto al XVIII, y los olivares, solos o unidos a los viñedos, apenas sumaban 250 fanegas, en parcelas muy pequeñas también. Habrían desaparecido según el Padrón, los retamares, de significativa presencia un siglo antes, aunque muy bien podrían ser, en todo o en parte, las 681 fanegas de tierras eriales. Destaca la permanencia de aproximadamente 200 fanegas de prados de pasto y 7 fanegas de arbolado en dos parcelas, con álamos, fresnos y chopos.

Fuente: Padrón Fiscal de Rústica 1850.

Y algo importante, el regadío de huerta sigue casi en las mismas cifras de 1753 o muy poco más: 12 fanegas en 31 piezas de tierra regadas a pie y “sembradas de hortalizas”. Seguían ubicadas en los terrazgos más húmedos del término, junto a los arroyos Culebro, Valdeserrano y Fregacedos. Por el Padrón Fiscal se sabe que en la zona de Fregacedos se concentraba la mayor parte de esa pequeña superficie, en parcelas muy reducidas, por debajo de 1 fanega de media, más aún que las del secano. La pequeñez de las parcelas de hortalizas y el hecho de que quienes las labraban fueran sus propios dueños, residentes todos en Fuenlabrada, hace pensar que su producción estaría destinada al consumo familiar o, como mucho, a abastecer parte de la demanda local, frente a los labradíos cerealistas, cuyos excedentes seguían dedicados a abastecer la demanda madrileña, más allá de la localidad.

Descarga aquí el libro completo.