Es necesario cambiar el modelo agroalimentario
Necesitamos un cambio en las políticas agroalimentarias de las ciudades hacia un modelo más sostenible, saludable y acorde con lo que se produce en nuestros territorios.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA , la pérdida de tierras de cultivo en ciudades se estima en 1,6 hasta 3,3 millones de hectáreas por año entre 2000 y 2030, lo que provoca que los alimentos tengan que venir cada vez más de zonas alejadas a los núcleos urbanos, con el consiguiente impacto ambiental derivado del transporte. La consecuencia directa de este modelo agroalimentario es que las emisiones de CO2 derivadas de los sistemas alimentarios desde la producción hasta el consumo contribuye al 19-29% a nivel global, causado por las emisiones de gases de efecto invernadero durante el transporte y la producción (Vermeulen et al, 2011*). La solución más eficaz para reducir estas emisiones consistiría en mantener y recuperar tierras fértiles en entornos urbanos o lo más próximo a los mismos, conservando a su vez puestos de trabajo productivos en el sector agrario.
Por otro lado, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mundialmente conocida como FAO (por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organization), se piensa que unos 43 millones de personas están en riesgo de pobreza alimentaria en Europa, en parte debido al sobrecoste en los precios de los alimentos provocado por el transporte desde regiones alejadas de las ciudades, pero también por la especulación de los agentes intermediarios entre la producción y el consumo final. Una forma de abaratar estos precios y de aumentar el beneficio de las explotaciones agrícolas, que hoy en día apenas suponen una vía laboral económicamente aceptable para el nivel de vida europeo, sería la regulación efectiva del beneficio de los intermediarios o, de manera aún más eficaz, la venta directa de productos agrícolas entre productores y consumidores, algo que sólo puede funcionar económicamente si las tierras de cultivo se encuentran a distancias asequibles en términos de costes de transporte, esto es, lo más cercanas en lo posible a núcleos urbanos. Con esta medida, aumentaría el tejido agrario con potencial productivo en términos laborales así como de aportación económica al P.I.B. local de cada región. Pero, además, abarataría los precios finales de productos alimentarios, favoreciendo el acceso a los mismos a personas en riesgo de pobreza.
Por último, los datos a nivel mundial ofrecidos por Organización Mundial de la Salud (OMS), no dejan de ser también preocupantes: el 44% de la diabetes, el 23% de la enfermedades cardiacas y el 41% de ciertos tipos de cáncer son atribuibles al sobrepeso y la obesidad causadas por una mala alimentación. El 24,1% de los adultos españoles sufren problemas de obesidad debido al progresivo abandono de hábitos alimenticios saludables, con un ritmo de vida acelerado que lleva a consumir más comida rápida o comida basura y con la escasa práctica del ejercicio físico (FAO, 2013). Es necesario poner en valor el consumo de alimentos de proximidad, saludables, principalmente fomentando el consumo de frutas, verduras y hortalizas reduciendo su precio, así como ofreciendo alimentos de calidad, que no necesiten pasar por cámaras frigoríficas para cruzar medio planeta, perdiendo así gran parte de sus propiedades y sabor.
En resumen, la conservación de los espacios agrarios periurbanos y la dinamización de su producción a través de circuitos cortos de comercialización tiene un beneficio directo tanto en en el desarrollo socioeconómico de sus territorios como en la mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Necesitamos, por tanto, un cambio en las políticas agroalimentarias de las ciudades y sus entornos hacia un modelo más sostenible, saludable y acorde con lo que se produce en nuestros territorios.
*Vermeulen, S., Zougmoré, R., Wollenberg, E., Thornton, P., Nelson, G., Kristjanson, P., … & Aggarwal, P. (2011). Climate change, agriculture and food security: a global partnership to link research and action for low-income agricultural producers and consumers. Current Opinion in Environmental Sustainability, 40, 1-6.