¿Por qué no hay jóvenes en el campo?
Si continúa esta tendencia, en pocas generaciones no habrá agricultores en nuestro territorio.
Teniendo en cuenta que las mayores tasas de paro se corresponden con los jóvenes de entre 16 y 24 años, es fácil pensar que estos jóvenes pueden ver en la agricultura una salida laboral y que pudiera darse un aumento de personas ocupadas en este sector pero, lejos de ocurrir, en los últimos años viene sucediendo justamente lo contrario.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el caso de menores de 25 años, en 2009 solo quedaban 22 titulares de explotaciones agrarias frente a los 2444 mayores de 65 años, lo que da una idea de la escasa presencia de personas jóvenes en el sector y de la tendencia a la desaparición de la población activa dedicada a la agricultura en la Comunidad de Madrid. Si continúa esta tendencia, en pocas generaciones no habrá agricultores en nuestro territorio.
Las consecuencias de dicha desaparición son claras, además de la pérdida de oportunidades laborales en un sector como el agrario, que siempre vamos a necesitar, perdemos también la posibilidad de controlar nuestros alimentos, tanto a la hora de producir cultivos agroecológicos libres de pesticidas o semillas transgénicas, como en la reducción de costes derivados del transporte y la distribución.
Por último, se pueden resaltar otras características del capital humano del sector agrario español como el alto grado de masculinización, con hasta un 81% de explotaciones cuyos titulares son hombres (datos INE, censo agrario 2009).
¿Cómo incentivar que los jóvenes se incorporen al sector agrario?
Según datos de la Comunidad de Madrid, ya en 2007 se apuntaban las posibles causas de la falta de relevo generacional en el campo:
-Altos costes de instalación en agricultura.
-Bajos niveles de renta en comparación con los otros sectores.
-Falta de alicientes de la vida en el medio rural, lejano, en muchos casos, a centros de servicios de todo tipo.
Según los mismos informes de la Comunidad de Madrid, en el sector agrario español es necesario un esfuerzo para mejorar el bajo nivel de formación de los agricultores y ganaderos, sensiblemente por debajo de la media europea. La baja formación tiene muchas consecuencias: ausencia de espíritu empresarial, falta de conocimientos para mejorar la comercialización y el valor añadido de los productos o un bajo uso de las TIC como herramienta de gestión y en las relaciones comerciales.
Pero además de invertir en formación, es necesario cambiar la imagen asociada al trabajo en el campo, por ejemplo, incorporando las nuevas tecnologías al sistema de cultivos. Como afirman en COAG “en muchos cultivos se puede realizar todo el proceso sin bajarte del tractor: preparación del terreno, siembra, abonado, tratamiento de plagas y cosecha,” además, “las principales escuelas de negocio sitúan la figura del «tecnoagricultor» en el «top-five» de las profesiones más demandadas en el horizonte 2025.”
Un futuro próximo con más habitantes necesitados de alimentos, requerirá unos cultivos más eficaces, si bien es cierto que la agricultura tradicional ha demostrado ser hasta 80 veces más eficaz energéticamente que la intensiva, por lo que no hablamos de una excesiva tecnificación de todo el proceso de cultivo, solamente de aquellas partes que faciliten el trabajo de las personas dedicadas a la agricultura. Además, unos costes más elevados en inversión para medios tecnológicos repercutirá en la necesidad de más cultivos dedicados a costear dicha inversión, más gasto energétivo y mayores precios de los alimentos. La clave está en encontrar un término medio que no suponga una barrera económica para quienes se quieran incorporar a la agricultura, pero siga siendo un sector lo suficientemente atractivo para quienes busquen nuevas oportunidades laborales.